El movimiento contra el acoso sexual #MeToo (#YoTambién) ha llegado a China. Ni la censura, ni la tradición, ni las reglas del Partido Comunista impiden que denuncias contra este tipo de abusos, así como memes con el puño cerrado y las uñas pintadas circulen por internet.
Los censores del Gobierno, explica «The New York Times», tratan de frenar la campaña, impidiendo el uso de expresiones como «contra el acoso sexual» en las redes sociales y borrando peticiones de aumentar la protección para las mujeres, siempre con la excusa de evitar disturbios sociales.
Zhang Leilei, una activista de 24 años de la ciudad de Guangzhou (al sur del país), cuenta al diario estadounidense que «las voces más sinceras y vehementes están siendo acalladas». Ha ayudado a decenas de estudiantes que han sufrido abusos a quejarse y alzar la voz. Expresa que, ante tanto impedimento, se sienten «enfadas e impactadas».
A pesar de ello, el movimiento, aunque recién nacido, no se apaga y, poco a poco, va cogiendo impulso. Muchas mujeres están pidiendo que se investigue a jefes, profesores y compañeros. Utilizan las redes como arma contra el sexismo y para denunciar la falta de mujeres poderosas, que ostenten puestos de trabajo de responsabilidad.
Una de las caras visibles de esta lucha es Luo Xixi, quien ha servido de inspiración a muchas otras mujeres. Graduada por la Universidad de Beihang –una escuela de ingeniería aeronaútica de Beijing–, publicó en la red un ensayo contra el acoso sexual que, en poco tiempo, leyeron más de tres millones de personas. Luo confesó que ella era una de las siete mujeres que sufrieron el acoso del profesor Chen Xiaowu.
Diez años atrás, Chen trató de mantener relaciones sexuales con la muchacha a pesar de la negativa de esta. Él negó los hechos. Sin embargo, hace un mes, el centro educativo lo despidió al quedar demostrado que acosó a varias estudiantes. En su escrito, que se ha hecho viral, Luo anima a las mujeres a «levantarse con valentía y decir "¡No!"».
Muchos describen el descubrimiento de su historia como el primer paso de una larga luchoa contra el acoso sexual en China. Pero Luo, que ahora vive en Estados Unidos, advierte de que el incipiente movimiento ha de ser «suave y amable» para esquivar las trabas del Gobierno.